Por Dante Avaro
Aunque desde 2014 el Banco Popular de China viene trabajando en un proyecto de moneda digital, por ahora no hay certezas sobre la fecha de lanzamiento, como tampoco queda claro el rol de las entidades participantes (empresas y sectores gubernamentales). La información sale a cuenta gotas, y muchos trascendidos luego son desmentidos. Sin embargo, y aunque todo es parte del hermetismo que guarda el Laboratorio de Investigación de Monedas Digitales del Banco Popular de China, sí se puede intuir que el gobierno chino intentará competir directamente con la Libra de Facebook y -lo que el gobierno chino sospecha que está detrás- el robusto dólar estadounidense. Tres razones permiten aventurar la anterior especulación. Veamos.
Primero. Las criptomonedas son, por definición, un asunto de y entre particulares; léase, emisores y usuarios. Los gobiernos nunca habían querido ser parte, quizá porque prefirieron ver su evolución antes de intentar involucrarse. Para resumirlo: el mundo de las criptomonedas se insertó hasta hoy en el marco del debate Hayek-Friedman, dos popes de la teoría económica contemporánea.
Friedrich Hayek propuso, en un muy criticado libro (La desnacionalización de la moneda, 1976) que lo más eficiente, en un mundo libre, sería que las monedas fueran emitidas por privados. Milton Friedman, por su parte, sostenía que el funcionamiento actual (bancos centrales, regulaciones de todo tipo y monedas de curso legal) no impedía que los particulares adoptarán libremente otros instrumentos para cancelar sus obligaciones.
Asimismo, hay que destacar que, hasta ahora, el gobierno chino no se ha sentido cómodo con la existencia de las criptomonedas como el Bitcoin. Por la cantidad de población y el tamaño de su economía, China concentra una gran proporción de la llamada minería de criptomoneda y, como consecuencia de ello, la poderosa Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo (NDRC) prohibió la actividad. Incluso antes había prohibido las llamadas Initial Coin Offerings por considerarlas una actividad bursátil fraudulenta.
En este escenario, y tal como lo ha manifestado públicamente Mu Changchun, subdirector del departamento de pagos del Banco Popular de China, el gobierno chino quiere tener un mayor control sobre el sistema financiero, sobre el mercado de capitales y una mayor protección sobre la soberanía cambiaria del país. Esto da sentido político a la iniciativa gubernamental en ciernes.
Más aún, todo indica que China va a hacer lo que ningún gobierno ha intentado hacer hasta ahora (con la excepción del fallido Petro venezolano): utilizar a su banco central para emitir criptomoneda. De hecho, muchos analistas advierten que el Banco de Construcción de China, el Banco Agrícola de China y el Banco Industrial y Comercial de China (el conocido ICBC) estarían detrás de este colosal proyecto.
Segundo. La emisión de criptomoneda (también llamada moneda digital) por parte del Banco Popular de China no sólo rompería con el planteo caracterizado por el debate Hayek-Friedman, sino que logrará algo más: la trazabilidad sobre las tenencias y conformación de carteras de inversión de los tenedores de la futura criptomoneda. El asunto es simple. Las actuales criptomonedas están basadas en una tecnología que prioriza el anonimato (la llamada estructura de blockchain); no obstante, para el proyecto chino, el anonimato sólo se permitirá para las plataformas de WeChat y Alipay (líderes en pagos virtuales), pero no para el Banco Popular de China que se reservará el control y la trazabilidad de los movimientos.
Esto está directamente vinculado con el ambicioso Sistema de Crédito Social que se implementará a escala nacional el próximo año, y que tiene entre sus prioridades reducir los fraudes, evitar la especulación, acorralar los mercados negros y aumentar los niveles de confianza entre la población. Justamente China con esta iniciativa parece estar evitando lo que los Bancos Centrales de occidente tanto temen con la iniciativa Libra: una pérdida total del control sobre la moneda, el crédito y el sistema financiero.
Todo indica que China va a hacer lo que ningún gobierno ha intentado hacer hasta ahora: utilizar a su banco central para emitir criptomoneda.
Tercero. Finalmente, los más avezados analistas concuerdan en que hay grandes probabilidades de que la criptomoneda china esté respaldada en oro. La idea tiene asidero. China viene acumulando grandes reservas de oro, y esta es una muy buena ocasión para usarlo estratégicamente. Sobre todo, pensando en el colosal proyecto de la Ruta de Seda y su futura necesidad de utilizar su moneda como divisa internacional. Otra razón esgrimida en muchos análisis es que un regreso a una nueva versión del patrón oro permitirá sanear y reiniciar el sistema financiero mundial y las deudas de los estados. Ser vanguardia en ese terreno puede tener ventajas, y China parece darse cuenta de ese asunto.
En este sentido, respecto del poderío económico chino, lo único que vale señalar es la tenencia exorbitante de Bonos del Tesoro estadunidense, que constituyen una navaja letal por parte de Estados Unidos, y que, por ahora, China sólo puede empuñar por el lado de la cuchilla; la realidad es que el gigante asiático no está en condiciones de amenazar con deshacerse de ellos, porque, si lo hiciera, sólo lograría el sangrado de la propia economía China.
Finalmente, la creación de moneda virtual está en proceso de desarrollo, y la mayoría de los países son meros espectadores. Sin embargo, sus consecuencias serán inmediatas, incluso para un país como Argentina, que seguramente analizará, de cara a futuro, sus alianzas comerciales estratégicas y sus planes para obtener divisas. Habrá que navegar en aguas turbulentas, con poca información y mucha incertidumbre. Las escaramuzas entre estrellas reparten chispas por doquier.