cripto-crash
Sebastián Fernández

Hace unos años, el New York Times publicó un presagio en sus páginas de Opinión que hoy se ha convertido en una auténtica profecía. El prestigioso economista Paul Krugman, premio Nobel de Economía, firmó en 2018 una columna titulada Los problemas que habrá cuando estalle la burbuja de Bitcoin”.

Eran tiempos esperanzadores para los millones de aún incipientes ahorristas de criptomonedas, pero Krugman se preguntaba (y preguntaba al mundo) en las páginas del medio más reputado del planeta si acaso sería cierto que los bitcoines estaban formando “una burbuja gigante que al final solo producirá dolor”. Su mirada pasó casi inadvertida para cientos de miles de inversores de monedas digitales que comenzaron a multiplicarse desde Alaska hasta Dubai a la velocidad de la luz.

Mucha agua ha corrido bajo del puente. Pero cierto es que casi cinco años después de aquella columna de Krugman, todos estamos escuchando por estas horas hablar del efecto “cripto-crash”, o de una nueva etapa de “cripto-invierno” que mantiene en vilo a millones de personas en todos los rincones de la Tierra.

El bitcoin, buque insignia del cripto-universo, ha desplomado su valor en un declive sin precedentes. Ya ha perdido dos tercios de su valor desde noviembre pasado. El temido efecto contagio se ha trasladado prácticamente a todo el sector de las criptodivisas. Y las consecuencias están siendo evidentes:  las principales criptoempresas del globo están despidiendo personal en una sangría tan acelerada como preocupante.

Coinbase, el buque insignia que no para de despedir empleados

Todos se preguntan ahora hasta dónde seguirá esta tendencia. Hay motivos reales para que los corazones de muchos inversores y ahorristas latan a un ritmo mucho más acelerado que de costumbre. Coinbase Global Inc., una de las máximas referentes en el mundo de las empresas globales de criptomonedas, ha encendido todas las alarmas. Con sede principal en EEUU, pagó en febrero pasado 13 millones de dólares por un anuncio de un puñado de segundos en la icónica Super Bowl americana (la final del fútbol americano que es el espectáculo deportivo más visto a nivel mundial).

Su anunció fue considerado el más original y el más visto, al insertar un código QR en las pantallas de TV y dispositivos electrónicos de millones de espectadores, para conducirlos a su sitio web. Fue tal el aluvión de interesados, que la página colapsó durante horas. Entonces, nada parecía hacer imaginar que apenas 16 semanas después, la firma que permite a los inversores intercambiar activos digitales y había contratado personal de forma desaforada en 2021 ahora haya acabado de despedir por correo electrónico a 1.100 trabajadores, nada menos que el 18% de su plantilla.

Las acciones de Coinbase ya se han desplomado más de un 80% en lo que va del año. Entre finales de 2021 y finales de marzo pasado, la firma perdió 2,2 millones de clientes activos (equivalentes al 19 por ciento del total), en reacción a la caída en los precios de las criptomonedas. Las ventas de la compañía en los primeros tres meses del año disminuyeron un 27 por ciento con respecto al año anterior. Todo esto parece sorprendente, y más cuando hasta mayo pasado la compañía había planeado triplicar su plantilla.

Detrás de Coinbase viene un efecto ‘dominó’ que no deja inmune a prácticamente nadie de los grandes ‘jugadores’ del cripto-mercado. Van algunos ejemplos más: la empresa de préstamos de criptomonedas BlockFi acaba de anunciar un recorte furioso de personal (del 20%). Es una de las últimas empresas del sector de los activos digitales castigadas por el brutal impacto del mercado a la baja. Y siguen los nombres de otras firmas que están enviando empleados a la calle de manera impactante: las plataformas de intercambio de criptomonedas estadounidenses Gemini y Crypto.com, y las latinoamericanas Bitso y Buenbit son otras de ellas.

Todo ello no hace más que profundizar las dudas sobre la verdadera salud del ecosistema de criptomonedas y resucitar, en cierta manera, aquella reflexión de Krugman que muchos criticaron en su momento, por ser una especie de “aguafiestas” de una corriente que comenzaba a mostrarse en ascenso, de manera imparable y estratosférica.

Bucear en las causas de este cripto-crash puede resultar complejo. Muchos señalan que el interés en las criptomonedas ha disminuido y que los inversores venden activos de riesgo como Bitcoin (y acciones), en un contexto inflacionario en EEUU, con un riesgo de recesión real a la vuelta de la esquina. Se sabe: cuando la oferta supera holgadamente a la demanda, los precios suelen desplomarse.

“Parece que estamos entrando en una recesión después de un auge económico de más de 10 años”, dijo hace escasos días Brian Armstrong, el director ejecutivo de Coinbase en un mensaje publicado en línea por la empresa.

¿Habrá luz al final del túnel?

¿Hay luz al final del túnel? Esa es la pregunta del millón. Otra que se preguntan miles de actores del sector es cuándo comenzará a escampar. De momento, Armstrong no tranquiliza a nadie: “Una recesión podría conducir a otro ‘cripto-invierno’ y podría durar un período prolongado”, ha afirmado. “Si bien es difícil predecir la economía o los mercados, siempre planificamos para lo peor para poder operar el negocio en cualquier entorno”, ha intentado tranquilizar a sus accionistas después.

En el actual contexto, el New York Times ha vuelto a generar polémica. En este artículo publicado el 16 de junio pasado ha señalado literalmente que “el retroceso en el ecosistema de las criptodivisas ilustra cuán frágil es la estructura creada en torno a estos activos riesgosos y sin regulación”.

Mientras tanto, el valor total del mercado de las criptomonedas ha caído aproximadamente un 65 por ciento desde el otoño. Lee Reiners, exfuncionario de la Reserva Federal y catedrático en la Escuela de Derecho de la Universidad Duke, ha mencionado en el citado medio: “La marea ya bajó en el sector de las criptodivisas. Muchas de estas compañías y plataformas tenían cimientos muy inestables e insostenibles. La música dejó de sonar”, ha indicado.

No obstante, pronosticar el final de una era no parece adecuado ni resulta sostenible desde cualquier argumento, por el mismo dinamismo de los mercados y los impredecibles rumbos que se puedan presentar. Pero sí aparecen evidentes algunas cuestiones que ponen en jaque el presente de una ‘constelación’ singular. El problema se agudiza porque, mientras se desploman las acciones en las empresas cripto, las tasas de interés están al alza y la inflación sigue elevada en EE.UU y buena parte de las naciones desarrolladas del planeta. En ese contexto, “los precios de las criptomonedas también se derrumban, lo que demuestra que ya están ligadas al mercado general”, ha resaltado NYT.

Hasta comienzos de este año, previo al conflicto bélico en Ucrania, la burbuja no hacía otra cosa que inflarse. El citado medio sostiene que -a enero de 2022- había más de 62 empresas emergentes de criptomonedas que valían 1.000 millones de dólares o más. Y que el año pasado, la industria recibió más de 25.000 millones de dólares en fondos de riesgo en aproximadamente 1.700 acuerdos, según una investigación de The Block.

OpenSea, el mercado más grande para las imágenes digitales únicas conocidas como tokens no fungibles, alcanzó una asombrosa valoración de 13.000 millones de dólares. Y los bancos de Wall Street como JPMorgan Chase, que antes evitaban los activos criptográficos, y las compañías Fortune 500 como PayPal lanzaron ofertas criptográficas.

Miradas optimistas o desesperanzadoras

Mucho después que Paul Krugman, varios expertos hablaron de un crecimiento desmesurado de la industria al advertir que el acelerado crecimiento de los últimos dos años no seguiría para siempre, Incluso, hubo algunos que hasta hicieron comparaciones con el auge, crecimiento y posterior estancamiento del negocio de las puntocom de finales de la década del noventa.

Los más optimistas recuerdan que ya hubo otras grandes tormentas a las que las criptomonedas resistieron desde 2013 a esta parte. Y que este es otro período de turbulencia del que saldrán adelante. Durante mucho tiempo, han sido propensas a ciclos de auge, caída y recuperación, aseguran los que integran el pelotón de analistas ‘positivos’.

Por ejemplo, en 2017, recuerdan que una proliferación de empresas que creaban y vendían sus propios tokens provocó un aumento en los precios de las criptomonedas, que se desplomaron después de que los reguladores tomaran medidas enérgicas contra las llamadas ofertas iniciales de monedas. “Hemos estado en estas espirales descendentes antes y nos recuperamos”, dijo este mes Michael Jones, reconocido empresario e inversor estadounidense, que actualmente es el director ejecutivo de la afamada firma Science Inc. “Todos creemos en lo fundamental”, ha completado.

Como casi todo en la vida, el tiempo y las circunstancias dirán qué es lo que el destino verdaderamente depara al ecosistema de las criptomonedas. Por ahora, de un lado sobrevuela aquella frase final de Paul Krugman en el artículo que firmaba el 31 de enero de 2018 en New York Times: “Hace poco, mi peluquero me preguntó si debería invertir todos sus ahorros en bitcoines. La respuesta para mi peluquero es ‘No, no deberías comprar bitcoines’. Todo este asunto va a terminar muy mal y mientras más pronto, mejor”, cerraba su pieza de opinión.

En respuesta, otros redoblan la apuesta y muestran hasta ironía para anunciar que siguen vivitos y coleando, y que el futuro depara esperanza y vuelta al crecimiento en el horizonte cercano. Durante el juego número 5 de la final de la NBA, el principal torneo de baloncesto norteamericano y del mundo disputado hace escasos días, la propia Coinbase transmitió otro anuncio que hacía alusión a ciclos de altibajos anteriores, y que no hay elemento alguno para temer lo peor.  “El criptomundo ha muerto”, declaraba el spot. “Larga vida al criptomundo”, remataba con sorna la publicidad.

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